Descripción
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El término “cumbia” es polisémico. Los significados más comunes son: un baile y un evento social, un conjunto de géneros (en plural), una categoría de mercado, y un género musical (en singular). No obstante estas diferencias, tanto en Colombia como en otras partes de Latinoamérica se suele hablar de “la cumbia” como una entidad homogénea, sin reparar o tomar conciencia de los diferentes usos y significados que el término tiene en diferentes momentos y contextos.
En Colombia existen varios tipos de músicas a los que se les denomina “cumbia”. Los más conocidos son la “cumbia del conjunto de caña de millo”, “cumbia de acordeón” y “cumbias de orquestas y conjuntos”. Cada uno de estos tipos de cumbias tienen un formato instrumental diferente, giros armónicos y melódicos diferentes, se suelen interpretar en regiones diferentes y, lo más importante, presentan repertorios diferentes. No obstante, en Colombia se suele pensar en “la cumbia” como si fuera una sola música, aún cuando se trata de varios tipos de músicas diferenciadas.1
Antes de la aparición de la música popular (entendida como aquella que se difunde a través de grabaciones por la radio y los medios masivos de comunicación), la palabra cumbia, así como las palabras porro, bunde, fandango o bullerengue, no significaban un género sino que se usaban principalmente para referirse a un evento músico-danzario. La estandarización de estos términos como géneros musicales se hizo a través del tiempo y de la mano de la industria discográfica y los festivales de músicas tradicionales, por lo cual interpretar la aparición previa de estas palabras como si fuera una evidencia de la existencia de dichos géneros musicales, como los conocemos hoy, es un anacronismo. Es decir, encontrar la palabra “cumbia” en textos de, por ejemplo, el siglo XIX, no debe entenderse como una muestra de la antigüedad del género, puesto que el significado del término es diferente en los diferentes momentos y contextos.
El auge de la industria discográfica en Colombia en las décadas del 50 y el 60 creó la necesidad de etiquetar y catalogar las músicas producidas localmente con el propósito de promover sus ventas tanto en el país como en el exterior. Esto produjo un doble proceso de distinción e indistinción: distinción en cuanto generó una cierta estandarización y normalización de algunos tipos de música, definiendo con alguna precisión las fronteras entre qué era llamado porro, qué paseaíto y qué cumbia, por ejemplo (aunque las distinciones no siempre son del todo claras, y lo que en ocasiones para unos es cumbia, para otros es chucu-chucu); e indistición en cuanto a que la necesidad de la industria de promover constantes innovaciones facilitó una proliferación de “nuevos ritmos” como el chiquichá, jalaíto, mece-mece, caracolito, tuqui-tuqui, merecumbé, patuleco, entre otros. Frente a esta gran variedad de nombres, de los cuales los mismos creadores no siempre sabían sus diferencias (o no siempre existían, ya que con frecuencia se debían más a una necesidad de novedad mercantil que a unas búsquedas estéticas), como estrategia simplificadora y para efectos de mercadeo se comenzó a enunciar todo bajo un mismo nombre, y el nombre escogido fue en ocasiones música “tropical” y en ocasiones “cumbia
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